“Nos da miedo incorporar nuevos conceptos en esta compañía. Date cuenta que nos ha llevado cinco años el impulsar el concepto de satisfacción ¿cómo se va a interiorizar el siguiente paso?” Así me contestaba un directivo de una gran compañía durante una reunión mantenida esta semana.
Estamos viendo, como distintos sectores están entrando en situaciones complicadas donde la única diferencia que el cliente percibe en cuanto a valor ofrecido es el “precio”, pero ¿estamos preparados para entrar en guerras de precios? También compartía esta reflexión con la presentadora de televisión Nieves Herrero.
Lo más fácil es seguir haciendo lo mismo, seguir mirando la misma información a la que nos hemos acostumbrados, no por no ser compleja, sino porque nos obligan a entenderla ya que es necesaria para poder poner en marcha y gestionar una empresa (balances, cuentas de pérdidas y ganancias, etc). Sobre todo es más cómodo, resistirnos a los cambios, asumir una realidad cambiante y cedemos la innovación a otros, como en la foto de la rana: “¡Que otros lo hagan primero!”.
Sin embargo, sabemos que algunos empleados “son vistos como prepotentes” y que esta circunstancia está produciendo bajas en año y medio en algunos sectores. Esto no es nada complejo, ni complicado. Puede medirse y tratarse de forma inmediata. No hay excusas.
Mi siguiente derivación es ¿qué ocurrirá cuando países que han gestionado bien sus costes y personal dispuesto a trabajar en horario continuo con cara sonriente irrumpan en el mercado que estas empresas están gestionando? ¿Será su fin?
En mi opinión es menos arriesgado gestionar emociones y experiencias. Ahora bien, os dejo como pregunta de reflexión, ¿qué pasaría si todo el mundo compitiese en experiencias? De ésto hablaré en mis futuros post.
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